El servicio de Medicina Nuclear es un referente nacional por su ciclotrón, el acelerador de partículas que permite producir radiofármacos para llegar a diagnósticos concretos.
La clave reside en el radiofármaco que se inyecta al paciente cuando se le somete a la prueba PET. En el alzhéimer la “guía” es el carbono 11, uno de los radiomarcadores que genera la joya de la corona del servicio, el ciclotrón. «Es un acelerador de partículas que produce isótopos radiactivos que se envían al laboratio de síntesis, con módulos automatizados, donde hacemos diferentes radiofármacos en función del diagnóstico que buscamos», explica María de Arcocha, la responsable de la Unidad de Radiofarmacia, cuyo trabajo consiste en sintetizar moléculas que, una vez en el organismo del paciente, «van a sitios determinados», se adhieren a la lesión. Ella es quien está al mando de esta exclusiva “fábrica” de fármacos de vida efímera. «Fundamentalmente utilizamos flúor 18, pero lo que nos distingue del resto de hospitales es el uso del carbono 11», que se emplea también para diagnóstico de tumores prostáticos y cerebrales.
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